En una de las camas de la sala de atrás, cubierto tras una improvisada pared de plástico, estaba acostada una persona. Estaba muy dolorido. Casi se movía. Nos acercamos a inyectarle un calmante intramuscular. Mientras preparábamos la jeringa empezamos a charlar con el. Nos contó sobre su vida en la calle, sobre como intentaba vivir recolectando cartones entre la basura. Frunció la frente cuando le aplicamos la inyección. Seguía sin moverse demasiado.
Unas zapatillas rotas y sucias cubrían sus pies. Nada más, ni siquiera tenía medias para poder aliviar el frio. Sus pantalones le llegaban a las rodillas. Sus piernas estaban descubiertas y lastimadas. Nos miraba con cara triste y nos explicó como había recibido esas heridas cortantes en la rodilla en una brutal pelea callejera. Mientras hablaba y contaba su historia no nos miraba. Nosotros estábamos paralizados, escuchando cada palabra.
Un poco mas tarde, ya menos dolorido, lo vimos un poco más cómodo. Una hora después, cuando fuimos a ver como seguía ya no estaba. Se había ido, se había dado de alta él mismo. Adonde habrá ido no sabemos, no tenia donde ir.
Unas zapatillas rotas y sucias cubrían sus pies. Nada más, ni siquiera tenía medias para poder aliviar el frio. Sus pantalones le llegaban a las rodillas. Sus piernas estaban descubiertas y lastimadas. Nos miraba con cara triste y nos explicó como había recibido esas heridas cortantes en la rodilla en una brutal pelea callejera. Mientras hablaba y contaba su historia no nos miraba. Nosotros estábamos paralizados, escuchando cada palabra.
Un poco mas tarde, ya menos dolorido, lo vimos un poco más cómodo. Una hora después, cuando fuimos a ver como seguía ya no estaba. Se había ido, se había dado de alta él mismo. Adonde habrá ido no sabemos, no tenia donde ir.
2 comentarios:
hey qué historia eh
escribís muy lindo panchi
me sensibiliza, posta
vamos por mas noches de guardia ehh
te quiero
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