un poco de todo, mucho de nada, razones, reflexiones y cualquier cosa cercana...

martes, 14 de julio de 2009

Caminos

Sentado en una colina con las piernas flexionadas y ambos brazos rodeándolas a la altura de las rodillas, mirando hacia delante, penetrando con la vista este perfecto atardecer, contemplando como el sol, el mas naranja que jamás haya visto, se esconde tras las montañas nevadas que nos separan del país vecino. Las nubes se amontonan entre los picos y son teñidas por el fuerte resplandor solar. Lo que era blanco y gris se fue tornando amarillo y rojo. Y no cualquier amarillo o rojo, sino exclusivas versiones de estos colores creadas únicamente para este particular atardecer. Parecen nubes de fuego que encienden las cumbres y esconden algún secreto. Los intensos colores de la hoguera celestial contrastan con la oscuridad del agua, y la fuerza incendiaria del ocaso con la calma del canal de Beagle. Una estrecha línea entre la rabia y la serenidad, entre la furia incesante de las llamas y la imperturbabilidad del manto acuático.
Las montañas rodean el horizonte hacia atrás y los costados. Como si fuera imposible escapar, te atrapa, no hay hacia donde correr y solo es posible observar y descubrir las formas y colores inventados por este atardecer, absolutamente diferente del que pasó y, sin dudas, del que vendrá. El silencio reina y no se escucha siquiera el sonido del viento. Un silencio absoluto y tácito. Como si los ahí presentes nos hubiésemos puesto de acuerdo en ese instante para apreciar esa espectacular imagen en toda su dimensión en completo mutismo. Hay silencios incómodos, algunos agobiantes, pero este, este era particularmente necesario. Y fue sobreentendido. Nadie lo pidió y todos lo acatamos.
Vinimos desde tan lejos, mas de tres mil kilómetros por tierra, agua y aire. Tres compañeros de viaje, tres amigos devenidos en hermanos, tres personas que decidieron cambiar su vida, sus maneras de ver y entender la realidad. Tres almas que cambiaron aún más de lo que pensaban viajando juntas. Más de tres mil kilómetros para sorprendernos con las pequeñas grandes maravillas que solo se ven si uno está dispuesto a abrir un poco los ojos y dejarse llevar. Recorrimos casi la mitad del país para este momento. Y vaya si lo valió. Cada uno de esos kilómetros. Cada calle, cada metro, cada paso.

...PnZ!

4 comentarios:

Café (con tostadas) dijo...

ay... con lo que adoro yo este sur nuestro!

y con el antojo de montañas y atardeceres que tengo....

leer este post en este estado, puede ser perjudicial para la salud!

Horacio dijo...

qué hacés hincha de atlanta

che, esto es actual o es un relato de algo anterior? digo, porque me parece demasiado trajín para un lesionado

Eli dijo...

Adoro mirar los atardeceres. Todos, desde la ventana de mi habitación o desde donde sea.
Y si puedo los amaneceres también, en el colectivo camino a la facu por ejemplo.
Son esas cosas pequeñas que no deberíamos pasar por alto, al fin y al cabo cada uno es una obra de arte única e irrepetible.

Muy lindo relato, creo que no me perdí ni un color :)

...PnZ! dijo...

jaja ahora con mi pierna mocha no podria... es un recuerdo nomas. juiiira atlanta, aguante central jaj

pnz