Estaba pensando en los sueños. Miles de sueños pasan cada noche, cada semana. Nos acordamos de algunos, otros se resbalan entre las enjabonadas manos de la memoria. Otras tantas ocasiones nos levantamos pensando que la noche que acabó de pasar fue huérfana de sueños. Pero otras veces, tal vez poco frecuentes, los sueños se sienten más reales que la realidad misma.
Apenas desperté me sentí feliz. Completa y absolutamente feliz. Había soñado algo perfecto. Amanecí excitado y con los ojos casi llorosos. El sueño era tan solo un abrazo. Nada más, y nada menos también. Ella estaba detrás de mí y tenía sus brazos rodeando mi cintura. No muy fuerte en realidad. Sentía su respiración suave en mi cuello. Cada tanto movía mi cabeza hacia atrás para recibir su beso. Ahora que lo pienso, en ningún momento vi su cara. Tampoco hizo falta. El sueño no duró mucho. O, mejor dicho, lo que me acuerdo del sueño no es más de lo que acabo de contar. Quizá solo lo recuerdo porque fue el último antes de despertarme. Agradezco que así haya sido, porque sino hubiera quedado olvidado para siempre, como si nunca hubiese ocurrido.
Me quedé pensando en eso último… ¨como si nunca hubiese ocurrido¨. Al final, si yo no recordara el sueño, ese abrazo nunca hubiese sucedido. Y es eso lo que me llama la atención, ya que no pasó sino en sueños, pero de alguna manera pasó, y ahora lo estoy contando. O sea, lo que pasa en sueños es también un poco parte de nuestra realidad, nos puede modificar, transformar, nos hace sentir sensaciones, aunque alucinadas, bien reales.
Pienso en la cantidad de sueños que habremos soñado y no recordamos. ¿Habré soñado cosas parecidas a esta alguna otra vez? ¿Se habrán perdido por no despertarme a tiempo? ¿Qué otros sueños estaré escondiendo?
PnZ